25.8.06

sol, efebos y decadencia

Me alegra volver por aquí. Quería contar mil cosas pero creo que todo este tiempo se puede resumir en un único momento.

Una playa virgen. Nigromante, P. y servidor. Después de dar buena cuenta de la paella que P. ha cocinado con todo su amor, llega la hora de la sobremesa. A P. le es imposible dejar de hacer fotos, Nigromante intenta descansar pero no puede y yo voy escapando poco a poco de la sombra de la sombrilla mientras maldigo la hora en que se me ha ocurrido ponerla. Lo cierto es que todo es muy cañí: sombrilla, neveras, paella, incluso una hamaca de tela. No hay mucha gente en la playa, pero hay un grupo de chicos un poco más allá que deben andar entre los 18 y los 19 que no se me escapan de la vista. En mi lucha por hacerme con algunos rayos de sol, decido apropiarme de la hamaca y a los diez minutos me descubro a mí mismo en el siguiente estado: sentado en una hamaca con las gafas puestas y libro en mano, con un bañador corto en una playa salvaje, sin hacerle el menor caso al libro porque no dejo de mirar al grupo de efebos semidesnudos que tengo delante. Y entonces llega la tragedia, el tipo de tragedia que ocurre cuando te dejas llevar y de repente te redescubres a ti mismo. "Joder, parezco el de Muerte en Venecia". Y claro, carcajada general, pero yo me sumo en un ataque de decadencia que consigo atajar con un buen chapuzón.

Moraleja: me hago mayor y, aunque me lo pase pipa, sigo solo. Si alguien considera que no debí caer en la autocompasión en aquel momento es porque no se ha visto nunca en esa situación. He dicho.

Sobre el post anterior... hay historias que pasan a la historia y ahí es donde se ha ido V.