brrrrrruuummm brrrruuuuummmm!!
Pues eso, que parece que todo va tomando un poco más de forma y bcn deja de ser tan etérea como hasta ahora. La búsqueda de piso está dando sus frutos y, aunque no voy a estar contento al 100% con ninguna (es tan difícil estarlo...), sí que voy a vivir feliz en cualquiera de las cuevas candidatas.
Tanto es así, que el sábado fuimos a celebrar el cumpleaños de I. Me siento fatal porque no le he comprado nada, pero cualquier día de estos (el que menos se lo espere) vendré con una piedra de la Sagrada Familia que habré arrancado a mordiscos y se va a morir de alegría. La verdad es que lo pasamos muy bien, como el Karma no hay nada, pero la vuelta fue un tanto accidentada... Cuatro en dos motos. Un coche de polícia. Y un carnet que no constaba en la base de datos. Esa fue la sucesión de catástrofes que desembocaron en una solución que no creí factible en un primer momento: YO tenía que coger una de las motos hasta casa. Y jamás (del verbo never) había cogido una moto. Así que hice acopio de energías y, por no hacer a I. que pagara taxi, la cogí. Bueno, ella me cogió a mí, y mis manos se limitaron a aposentarse en el manillar, sin la menor preocupación sobre si tenían que acelerar, frenar, girar o subir hasta mi nariz y sacarme un moco en pleno trayecto. Of course que esto último no lo hice: las tenía congeladas. Así que entre la paraplejia mental que me caracteriza, el frío que me congelaba las manos y la adrenalina que me salía a chorro por las orejas, estuvimos a punto de morir en varias curvas. Todo esto mientras A. dudaba entre agarrarse a mi espalda con más fuerza o seguir pegándome en el casco mientras yo gritaba de pánico.
Si no hubiera sido porque llegué a casa de I. con la cara lila y los músculos faciales congelados, hasta hubiera sonreído al bajar de la moto.
Mañana me compro una Piaggio.
Tanto es así, que el sábado fuimos a celebrar el cumpleaños de I. Me siento fatal porque no le he comprado nada, pero cualquier día de estos (el que menos se lo espere) vendré con una piedra de la Sagrada Familia que habré arrancado a mordiscos y se va a morir de alegría. La verdad es que lo pasamos muy bien, como el Karma no hay nada, pero la vuelta fue un tanto accidentada... Cuatro en dos motos. Un coche de polícia. Y un carnet que no constaba en la base de datos. Esa fue la sucesión de catástrofes que desembocaron en una solución que no creí factible en un primer momento: YO tenía que coger una de las motos hasta casa. Y jamás (del verbo never) había cogido una moto. Así que hice acopio de energías y, por no hacer a I. que pagara taxi, la cogí. Bueno, ella me cogió a mí, y mis manos se limitaron a aposentarse en el manillar, sin la menor preocupación sobre si tenían que acelerar, frenar, girar o subir hasta mi nariz y sacarme un moco en pleno trayecto. Of course que esto último no lo hice: las tenía congeladas. Así que entre la paraplejia mental que me caracteriza, el frío que me congelaba las manos y la adrenalina que me salía a chorro por las orejas, estuvimos a punto de morir en varias curvas. Todo esto mientras A. dudaba entre agarrarse a mi espalda con más fuerza o seguir pegándome en el casco mientras yo gritaba de pánico.
Si no hubiera sido porque llegué a casa de I. con la cara lila y los músculos faciales congelados, hasta hubiera sonreído al bajar de la moto.
Mañana me compro una Piaggio.