enfermedad. o cómo echar de menos a tu madre mucho
El sábado por la noche mi garganta empezó a inflarse. Parecía como si mis anginas tuvieran una 105 de pecho (y ni tengo anginas ni tengo pecho). Pero trabajaba tan concienzudamente que no me di cuenta de lo que ocurría hasta que el domingo por la mañana, horror. Estaba enfermo. Mareo, fiebre, dolor de pecho, garganta hinchada…
Así llevo desde entonces (hoy es jueves). Debo decir que me están cuidando muy bien, me traen medicinas, me hacen la comida… me están mimando mucho. Pero yo no paro de llamar a mi madre. Y, bueno, ella tampoco para de llamarme a mí. Me encantaría que pudiera cuidar de mí como cuando era diminuto, y a ella también le gustaría poder hacerlo…
De pequeño me decían que era la viva imagen de mi madre. De hecho a mi hermana le encantaba coger a escondidas sus gafas de sol y ponérmelas para corroborar su teoría de que las madres y los hijos con las mismas gafas de sol son iguales. Mi madre estaba siempre muy preocupada por nosotros y nosotros por ella (mi madre es mi madre y mi padre, madre y padre de primera). La obligamos a que dejara de fumar y la animábamos a que se echara novio (aunque siempre tenía muy mala suerte la pobre). Trabajaba muchísimo, hasta hace unos años siempre ha trabajado muchísimo, tanto que se perdió muchas de las cosas que yo vivía. Pero empezó desde cero y acabó dándonos a mi hermana y a mí un nivel de vida muy bueno, y esa es una de las razones por las que la voy a admirar siempre.
Claro que no todo ha sido siempre color de rosa entre nosotros. Yo siempre he sido cabezón e inconformista y nunca me han gustado las cosas que le suele gustar a la mayoría. Así que en ese sentido nos hemos educado mutuamente, ella me daba un ejemplo a seguir y yo le intentaba enseñar a ser más flexible con las vidas cercanas pero ajenas como, por ejemplo, la mía. Además, la vida se lo ha puesto muy duro y ha estado demasiados años sola (o mal acompañada, que es incluso peor). Por eso mi hermana, mi madre y yo siempre nos hemos cobijado mucho entre nosotros tres, porque a veces no teníamos a nadie más en quién confiar.
Ahora Antonio está con ella y la cuida y la quiere. Y yo estoy feliz de que así sea, porque se lo merece. Desde que ya no vivo con ellos les conozco incluso mejor.
Ahora mi madre no trabaja y yo sí, pero todo sigue igual. Hablamos por teléfono y yo sigo siendo un niño de cinco años que espera que su mami vuelva del trabajo para darle un achuchón. Y ella me sigue llamando a cada rato para ver cuánta fiebre tiene su hijo (pequeño). Anoche incluso estuvimos mirando vuelos para vernos este fin de semana… Y a algunos les parecerá ridículo, pero es que nos queremos mucho.
Así llevo desde entonces (hoy es jueves). Debo decir que me están cuidando muy bien, me traen medicinas, me hacen la comida… me están mimando mucho. Pero yo no paro de llamar a mi madre. Y, bueno, ella tampoco para de llamarme a mí. Me encantaría que pudiera cuidar de mí como cuando era diminuto, y a ella también le gustaría poder hacerlo…
De pequeño me decían que era la viva imagen de mi madre. De hecho a mi hermana le encantaba coger a escondidas sus gafas de sol y ponérmelas para corroborar su teoría de que las madres y los hijos con las mismas gafas de sol son iguales. Mi madre estaba siempre muy preocupada por nosotros y nosotros por ella (mi madre es mi madre y mi padre, madre y padre de primera). La obligamos a que dejara de fumar y la animábamos a que se echara novio (aunque siempre tenía muy mala suerte la pobre). Trabajaba muchísimo, hasta hace unos años siempre ha trabajado muchísimo, tanto que se perdió muchas de las cosas que yo vivía. Pero empezó desde cero y acabó dándonos a mi hermana y a mí un nivel de vida muy bueno, y esa es una de las razones por las que la voy a admirar siempre.
Claro que no todo ha sido siempre color de rosa entre nosotros. Yo siempre he sido cabezón e inconformista y nunca me han gustado las cosas que le suele gustar a la mayoría. Así que en ese sentido nos hemos educado mutuamente, ella me daba un ejemplo a seguir y yo le intentaba enseñar a ser más flexible con las vidas cercanas pero ajenas como, por ejemplo, la mía. Además, la vida se lo ha puesto muy duro y ha estado demasiados años sola (o mal acompañada, que es incluso peor). Por eso mi hermana, mi madre y yo siempre nos hemos cobijado mucho entre nosotros tres, porque a veces no teníamos a nadie más en quién confiar.
Ahora Antonio está con ella y la cuida y la quiere. Y yo estoy feliz de que así sea, porque se lo merece. Desde que ya no vivo con ellos les conozco incluso mejor.
Ahora mi madre no trabaja y yo sí, pero todo sigue igual. Hablamos por teléfono y yo sigo siendo un niño de cinco años que espera que su mami vuelva del trabajo para darle un achuchón. Y ella me sigue llamando a cada rato para ver cuánta fiebre tiene su hijo (pequeño). Anoche incluso estuvimos mirando vuelos para vernos este fin de semana… Y a algunos les parecerá ridículo, pero es que nos queremos mucho.