Pero qué hago yo aquí

27.6.06

colapso en tres minutos

Ayer bajé a los subterráneos de mi cuerpo y sólo había desperdicios humanos. Estaba oscuro y llovía ahí dentro. Recorrí un eterno millón de kilómetros de túneles en un sólo segundo y a las siete en punto cayó desde muy alto una granada de mano. La miré un instante e hice lo propio, tirar de la anilla y tragármelas. Las dos cosas, bomba y anilla.

Diez dos pasos más nueve un sillón en la esquina ocho fotografías cuarteadas en una pared de ladrillo siete desastres que al final me alcanzaron seis diminutas habitaciones vacías cinco lluvia de billetes falsos cuatro gritos a las puertas de la garganta tres mil horas de insomnio cada noche dos golpes en el pecho de dentro hacia afuera uno... algomeabsorbehaciaarribatodoesnegroysubotanrápidoqueyanorespiro.

Y silencio. Flotaba en un líquido transparente mientras miraba alrededor. Parecía un lago pero en la orilla no había nada, todo era negro. Era el Yangtsé, la presa de las Tres Gargantas dentro de mis ojos. A las siete y tres minutos se abrieron las compuertas.

20.6.06

dedicado con lazo rojo

Una vez soñé con Rosa María Sardà. Pero ella no era la protagonista. La que gritaba sin compasión en mitad de la cueva del sueño era aquella chica con flequillo de años 20. Por entonces vivíamos juntos en otro país, rodeados de montañas inmensas que nunca llegamos a escalar, un poco por miedo a no encontrar nada en la cima.

Siempre nos confundían por novios pero nos daba igual. Siempre se miraba el flequillo con desconfianza y yo me moría de risa. Y nunca nos aburríamos, claro que no.

Ahora la chica del flequillo años 20 se ha cortado el pelo. Ha sido muy valiente, se ha atrevido a que él se lo cortara aun sabiendo que cuando le crezca, él ya no podrá cortárselo porque estará muy lejos. Antípodas, que se llaman. Todo suena a fecha de caducidad, a saltos al vacío, a cometas que pasan cerca de un planeta y dejan su estela. Pero no todo lo que suena es nítido. Quién sabe las vueltas que da uno sobre sí mismo, puede que un día un cometa cualquiera se quede en la órbita del planeta y le deleite día y noche con su brillo. Nadie lo sabe.

Sólo quería decirle a la chica del flequillo años 20 que no debe estar triste. Que es muy valiente, aunque ella no lo sepa. Que lo único previsible de este planeta es que todo es imprevisible y que por eso mismo nadie sabe nada.

Que un abrazo gigante.

16.6.06

aquel desastre a lo lejos (o no)

Teoría del post positivo que parece negativo:


Podría ser que desaparezcan los comentarios de tu blog porque has hecho algo mal y no sabes qué. Pero no lo es porque no todos han dejado de verlos, así que una esperanza queda.

O hacer muchos kilómetros para que los dos exámenes tengan la sombra del suspenso. Aunque tuviste tantos reencuentros que poco a poco se te fueron olvidando los (dos) desastres.

O que tu madre tenga un accidente de tráfico mientras hablas con ella por teléfono. Y oírlo todo. Y el móvil encendido. Y nadie contesta, sólo gritos y ruidos. Pero a los diez minutos consigues hablar con ella y está bien, y los temblores se van poco a poco.

Así que allí a lo lejos sigo viendo un desastre, vestido de negro o incluso desnudo, no se distingue bien. Será cuestión de quedarme muy quieto y quizás vuelva a confundirme con un autoestopista cualquiera.

11.6.06

cronología del imprevisto

La noche empieza con Rufus cantando Why am I always on a plane or a fast train?. Mientras salgo de casa, una mirada fugaz a Barcelona y un cosquilleo que me recuerda, después de tanto tiempo, por qué muchos autonautas acabamos aquí.

Carrera hacia el Petra y clementine y rutilia aguantando como heroínas las miradas asesinas de la camarera. Cenamos los tres juntos y hasta los platos se mueren de risa. Y al salir de allí ya no sé si estoy en París, Barcelona o Berlín.

Medianoche y me despido de ellas para encontrarme con él. Nota mental: deberían actualizar las indicaciones del metro en Paral·lel. La noche promete, no paramos de reír y no hay cola en el sitio. El truco está en las palabras, la música y el show. Las dos dj's alternan la barra de striptease con los platos y todo es tan ecléctico que me dan ganas de cantar ópera, si no fuera por que no sé cantar ópera.

Nos vamos a desayunar y en Universitat nos inventamos la conversación de los que pasan por delante. Lo más curioso es que los dos nos reímos sin hacer ruido, cualquiera que nos vea pensará que nos están dando convulsiones conjuntas. Se está haciendo de día, mejor será que nos vayamos. Pero segundos antes de tu parada me miras a los ojos y ¿No me vas a invitar a ver el mar desde tu casa?

Me quedo paralizado, tu parada se queda atrás y damos por hecho que vas a ver el mar desde el salón de casa. Pero en mi habitación todo se desmorona, un desastre tras otro, viento lluvia nieve frío y nada es lo que parece. Bajo cero. Estalactitas. Témpanos de hielo. Amantes de Círculo Polar sin sol ni horizonte. Sin círculo. Nadie estuvo tan lejos bajo las mismas sábanas. Despídete del mar, todos los peces han muerto.

7.6.06

el distrito elástico

A veces bajo al metro y me llegan impresiones inconscientes, como cuando el tren se ha quedado quieto hoy y el andén y todos los que estábamos en él hemos dejado atrás los vagones clavados en las vías para explorar los territorios lúgubres del túnel impasible.

Me gusta adivinar secretos al andar por la calle. Mirar hacia arriba porque suena un tango y tener la certeza de que hay claveles o humo flotando entre dos bocas entreabiertas. Sentarme en un banco con Ulises Lima (si tuviera un hijo se llamaría así) y dejar que la anciana del bastón lila intente adivinar a quién me parezco más, si a su nieto o a su hermano cuando era joven.

A veces me cruzo con algún desconocido que me mira a los ojos y ríanse ustedes de Medusa, pero sigo andando con los pies de mármol y la cabeza baja. Cualquier día de estos tendré que girarme, como aquella vez, aunque me prometí no escribir más sobre entonces y no lo pienso hacer.



Sin duda, cualquier día de estos tendré que girarme. Otra vez.

1.6.06

los días mueren en el estómago

Cada país tiene su propia forma de pasar página. En Francia, por ejemplo, ese momento llega con las elecciones, cuando al resto de europeos se nos viene a la cabeza la pregunta ¿Se habrán hecho más nazis aún?.

Este país cuenta sus etapas por folclóricas. Cada vez que una muere, algo cambia, algo acaba y algo empieza. Todos sentimos un no sé qué en el aire que diez años después nos servirá para pensar Qué joven era cuando murió Lola Flores. Y es que somos así de egoístas.

Debo confesar que hoy se me ha escapado una lagrimilla. Se me ha nublado la vista por un momento viendo llorar a tanta gente. Normalmente son estos momentos los que aprovecho para arrancarme y llorar a gusto por todas las cosas por las que me quiero desahogar, pero suelo acabar con los ojos un poco húmedos y un gran nudo en el estómago.

Precisamente ahí es donde he recibido muchas patadas estos últimos días. Patadas de las que se van al fondo. Estoy aprendiendo a esquivarlas pero de vez en cuando todavía me alcanza una de lleno.

Aunque espero dominar pronto la técnica de esquivar miserias ajenas, es mi propia miseria la que ahora se me viene encima. Y en lugar de nudos hay descargas eléctricas. Estoy muy nervioso y ni siquiera me sirve acercarme poco a poco a la ventana para espiar al mar. Lo bueno es que ahora tengo excusa para verle la nuca al chico guapo de la biblioteca. Ayer nos miramos y ardieron los libros. Pero dentro de unos días él también formará parte del imaginario nocturno de las cuatro de la mañana.