Pero qué hago yo aquí

21.9.06

el imaginario ruge

Y si canta un cuervo qué más me da, que se quede en su gárgola de palacio gótico, que pienso subir por la calle contando las baldosas como si fuera una lanzadera espacial. Quién podrá negarnos que los arcos en calles estrechas te llevan a Plutón cuando los cruzas cogidos de la mano. Puestos a inventar reglas, sería mejor que cerráramos los ojos, así nos oiríamos mejor y todo seguiría estando en el mismo punto que cuando te silbé sin que me vieras. Claro que quizás el mercader de sueños ha vuelto a jugarme una mala pasada y me ha endosado una fantasía barata. Otra más.

10.9.06

un espigón


Sabían que beber vino junto a aquel faro era algo que nadie les había enseñado a hacer. Elitistas entre pescadores, que dirían algunos. Al fin y al cabo todos estaban allí por el mismo mar. A veces pasaba un barco diminuto rodeado de cientos de gaviotas y todos guardaban silencio. A veces las olas les pasaban por encima y ninguno de ellos se quejaba, claro que no. A veces el pequeño faro rojo era el único punto cardinal del mundo. Y a mitad de camino entre la luna y la ciudad, todos eran los héroes de todos.